Género
El sexo es ese conjunto de características bio-físicas que determinan lo que es un macho o una hembra de la especie humana y es sobre la cual, se impone una serie de significados y características socioculturales que conocemos como género.
Por lo que podemos decir que, no se nace mujer o hombre, sino que estas categorías son constricciones sociales a partir del sexo. De este modo, Según Robert Stoller identificó, es el hecho de haber vivido las experiencias los rituales y las costumbres atribuidas a cierto género, lo que determina la identidad.
El concepto de género refiere a la asignación social y a la valorización diferenciada de responsabilidades y roles a hombres y mujeres, que condiciona sus opciones, hábitos y desempeños
La identidad del género se establece alrededor de los dos años en donde el infante adquiere el lenguaje, o sea, se sabe perteneciente al grupo de las mujeres y los hombres. A partir de esa identificación los aprendizajes que constituyen gran parte de nuestra personalidad misma, quedan registrados de manera inconsciente y forman parte de normas sociales bajo las que se regula nuestro comportamiento y de las cuales se desprende un control que domina nuestro movimiento corporal, vestido, labores etc.
Nos encontramos frente a modelos sociales que se transforman en un echo natural y que por tanto dictaminan lo que mujer y hombre “deben ser” estos modelos no son fijos, han sufrido transformaciones según el momento socio histórico y en correspondencia a intereses políticos, económicos y religiosos.
Es un hecho que todas(os) por la misma socialización introyectamos las normas y valores del sistema de género y somos reconocidos por eso; sin embargo, hay que tomar en cuenta que hay una diversidad de sexualidades.
Los estudios realizados demuestran que la sexualidad más que naturaleza es cultura. No niega los procesos fisiológicos ni la biología en la actividad sexual pero no los considera determinantes del deseo ni de las prácticas como si lo son los procesos sociales y culturales.
Lo cual lleva a dudar sobre el carácter que se le ha dado a la heterosexualidad en donde se adjudica como un hecho natural y en donde las demás variantes son solo errores que deben ser corregidos, señalándolos como perversos o enfermos y privándoles de su libertad o incluso provocando su muerte, reforzando así el carácter de naturalidad y normalidad de la heterosexualidad.
Diversidad
Por lo anterior, es que la construcción social provoca miedo de aceptar el deseo por personas del mismo sexo, el miedo generado en las personas lo genera la “homofobia” viendo los homosexuales como peligrosos, extraños ajenos, etc. lo cual es legitimizada por la masculinidad y sus valores (control, poder, etc.) haciendo que durante el proceso de socialización masculina se supriman emociones necesidades y posibilidades porque están asociadas a la mujer y porque no son viriles convirtiéndose dichas inconsistencias en una fuente de temor en la sociedad. Todo este miedo se traduce en homofobia y se manifiesta en actividades creencias y acciones en contra de los que no practican una sexualidad mujer-hombre.
La homofobia provoca violencia contra homosexuales y lesbianas identificándoles como ridículos y anormales, marcándolos con un estigma que es el cimiento para la violencia político, social o física y sobre todo provocando una discriminación en donde se da un rechazo absoluto de sus prácticas.
Las identidades sexuales diferentes generan cambios y los cambios tienen por respuesta resistencia. Estas resistencias cimientan una cultura dominante la cual, no solo existe en las relaciones interpersonales, sino que tiene efecto en la calidad y el sentido de los servicios públicos de salud, educación e instituciones de justicia.
Ha sido evidente a lo largo de la historia de la sexualidad la necesidad de romper paradigmas tradicionales para así incluir en el escenario social actores que habían sido excluidos lo cual no hubiese sido posible sin los movimientos sociales del feminismo o el movimiento LGTB (lésbico, gay, transgénero, bisexual) es por ello que se habla del termino “diversidad sexual” el cual engloba las diferentes posibilidades de expresión y prácticas de la sexualidad y que en un nivel, político es reivindicatoria de las manifestaciones de la sexualidad no heterosexual.
Debemos de defender el derecho a la diferencia, crear una ciudadanía que pueda tener políticas sociales y culturales efectivas basadas en las diferencias de género y de identidad sexual. De ahí que sean imprescindibles acciones que den visibilidad y reconocimiento público de la diversidad sexual así como las condiciones necesarias para construir una política cultural que sea solidaria en contra de la discriminación, una cultura política donde el derecho a la sexualidad libre sea un elemento de la identidad ciudadana.
Socialización y Género
Dentro de una visión integral de la sexualidad, íntimamente ligado al proceso de socialización está el enfoque de género. Por género nos referimos a los aspectos psicológicos, sociales y culturales que se les otorgan a las personas, en primera instancia debido a su sexo biológico. Hace referencia principalmente a los aspectos de construcción social por los que atraviesa el individuo para construir su identidad propia, procesos de socialización de la masculinidad y feminidad (Salas y Campos, 2002).
Los comportamientos sexuales y las actitudes son moldeados por la sociedad y por el grupo social de pertenencia, por lo que usualmente se considera que los comportamientos y los sentimientos son respuesta biológicas o innatas, ya que plantean que la afectividad reproductiva posee una base genética.
El género abarca aspectos psicológicos, sociales y culturales del individuo, dentro de los que se incluyen todos los procesos de socialización entre los que se destacan la masculinidad y la feminidad.
A su vez, la feminidad y la masculinidad hacen referencia a aspectos subjetivos, que darán significado al cuerpo y son la base para marcar diferentes significados del mismo. En este sentido se puede decir que la sexualidad está influenciada por el género, ya que una vez definida la identidad de género, se establecerán las normas del deseo sexual, de acuerdo con las pautas culturales de lo que se espera de lo masculino y femenino.
Para Salas y Campos (2002) entonces, la sexualidad está subordinada al género en tanto éste normativiza el deseo sexual de acuerdo a la construcción social que preestablece leyes como aceptables. Por lo que el género comprende tres aspectos: atribución, asignación o rotulación; identidad de género y rol de género.
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Atribución del género. Referida a la primera rotulación que se realiza del niño o niña ocurrida incluso antes del momento del nacimiento. Dicha atribución repercute en el sistema de significados de la familia completa al esperar al niño o niña.
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Identidad de género. Se refiere a la convicción del sentido de pertenencia a un sexo biológico. Se considera una auto percepción, aprendida, inalterable en la mayoría de los casos debido a su reforzamiento desde edades muy tempranas.
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Rol de género. Se concibe como el conjunto de expectativas, conductas permitidas y reguladas por la sociedad. Es decir la forma en que cada cultura define como “adecuada” en cuanto a comportarse como hombre o mujer. Esta forma de comportarse aunque no es más que un constructo social, se presenta como natural y genética, inalterable. En cada cultura está pautado que se espera de cada sexo y el sujeto se le presenta como una opción que puede asumir o rechazar. No obstante, en caso de rechazar, se destina al individuo a la etiquetación negativa, por “alterar lo inalterable” (Salas y Campos, 2002).
De esta forma el género responde a un proceso sociocultural de construcciones simbólicas reproducidas socialmente a través del lenguaje como principal medio de transmisión de las representaciones y percepciones, donde se crea el significado de la masculinidad y la feminidad. A la vez que se transmiten los mitos, creencias y tabúes, donde se convierte la realidad social en natural, aceptable e irrefutable, así como determina el pensamiento y el comportamiento del individuo.
De forma las personas organizan el modo y estilo de vida, la forma de pensar y sentir, así como los modelos de masculinidad y feminidad y es en torno a esos mitos, unido a la ideología patriarcal divulgada por refranes, canciones, dichos y demás expresiones propias de la cultura, que se transmiten como reproductores del papel asignado a cada género, mediante los cuales se expresan los estereotipos referente a cómo deben ser y qué deben hacer hombres y mujeres, interiorizando estos mensajes como el ideal de masculinidad y feminidad.
Es así como a partir del género se determinan funciones, relaciones sociales, actividades, comportamientos y formas de subjetividad de las personas, como resultado de la construcción social que estructura, organiza y define la forma de vida de las personas, basándose en sus características fisiológicas más que en la propia conciencia (Abarca, 2003; Vega, 2004).
Asimismo, a partir de la construcción de género se consolida la identidad de las personas, dado que lo que el sujeto es está en función de lo que realiza, según el género al que pertenece. Es así como desde el género masculino, en la mayoría de las culturas el hombre posee una condición privilegiada, superior y valorada positivamente aún cuando este pasea dificultades económicas o emocionales (Abarca, 2003).
Al respecto cabe destacar que la identidad de género se construye mediante las enseñanzas y experiencias cotidianas, que son transmitidas a través de la familia, la escuela, la religión, el trabajo, los espacios políticos y los medios de comunicación, que día a día señalan cómo debe ser y lo permitido según edad o género. Todo ello incorporado de forma consciente o inconsciente en la personalidad de cada sujeto durante su proceso de desarrollo, se moldea, cambia y se refuerza de forma constante, mediante las experiencias de la persona. De ahí es que es proceso continuo estrechamente relacionado con el pasado, el presente y el futuro.
Por otra parte, es importante mencionar el concepto de orientación sexual, el cual se refiere al sexo de la o las personas que atraen genital y eróticamente. El concepto aunque está ligado a una postura de interés sexual, es independiente del de identidad de género, es decir, que a pesar de que la sociedad dicta que determinada atribución de sexo biológico está determinada por un interés sexual a priori (explícitamente el heterosexual), no necesariamente ocurre así. Básicamente, las posibilidades se ubican en tres posibles situaciones (Salas y Campos, 2002):
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La Heterosexualidad. Referida al hecho de sentir atracción sexual erótica y genital hacia personas que pertenecen al sexo biológico opuesto al propio. Implica el deseo de todo tipo de práctica sexual y relación afectiva de pareja.
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La homosexualidad. Se plantea como al hecho de sentir atracción sexual erótica y genital hacia personas del mismo sexo. Implica el deseo de todo tipo de práctica sexual y relación afectiva de pareja (Salas y Campos, 2002).
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La Bisexualidad. Se refiere al hecho de sentirse atraído por ambos sexos, existiendo preferencia en ambos por establecer relaciones sexuales genitales y afectivas de pareja.
No obstante, pueden existir entre una y otra, diversas posibilidades de modo que se plantea la orientación sexual como una construcción de una escala continua:
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Personas con Orientación sexual exclusiva
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Personas con Orientación heterosexual predominante, pero que en ocasiones asiladas, han mantenido prácticas sexuales homosexuales.
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Personas con orientación heterosexual predominante, pero que frecuencia han mantenido prácticas sexuales homosexuales.
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Personas bisexuales
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Personas con Orientación homosexual predominante, pero que en ocasiones asiladas, han mantenido prácticas sexuales heterosexuales.
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Personas con Orientación homosexual predominante, pero que en ocasiones asiladas, han mantenido prácticas sexuales heterosexuales.
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Personas con orientación homosexual exclusiva (Salas y Campos, 2002).
Salas y Campos (2002) advierten que, independiente de cuál sea la orientación sexual de la persona, la misma debe mantener una relación de respeto por los demás y dicha relación de respeto debe plantearse desde la educación misma de la sexualidad, en el sentido que una visión completa de todas las opciones que la diversidad sexual misma ofrece, no tendría por qué caer en el menosprecio hacia dichas opciones. Vista la potencialidad y capacidad que tiene el ser humano en toda situación, la diversidad sexualidad como fenómeno humano no es la excepción.
El concepto de manifestaciones de la diversidad sexual, propone apartarse del guión tradicional biomédico de salud versus enfermedad. Desde la visión humanista, al no haber enfermedad, no debe haber cura, sino lo que se pretende es generar autoconocimiento, auto aceptación, respeto propio y respeto por los demás.